Estefania Mitre
Making amends with grief*
La parte de duelo que llegas a leer en los libros de autoayuda pero que no comprendes hasta que te sucede es ese viento que te pega de pronto; ese es el que pega más duro que una brisa invernal.
Virginia Beach fue el último lugar donde mi papá y yo planeabamos reencontrarnos.
Pero la
calaca
Mi papá era medio extraño, y tenía pésimas elecciones de estilo personal. Una de ellas era usar zapatos de vestir en la playa, como dicen en inglés, a bold fashion statement.
Siempre me burlaba de él porque tenía un talento de querer sentirse protagonista de telenovela o de la época de oro del cine mexicano.
Pero en sus puntos bajos o andando fodongo, lucía como Chabelo con sus shorts y calcetas largas. Y la verdad es que muchas de sus ocurrencias se hicieron prevalentes en mi forma de ser a pesar de la distancia.
Y al final del día seguiré siendo esa niña entre las cobijas extrañando a su papá
con todas sus imperfecciones, "bold fashion choices" – y el seguirá siendo mi papá que se fue tan repentinamente.
alcanzó a mi papá y se lo llevó una mañana de marzo.
Era un martes por la tarde, mientras que en mis bolsillos aún tenía los boletos del tren hacia Virginia Beach para el siguiente sábado.
A pesar que mi recurrente orgullo, que claramente heredé de él, se hacía presente cada vez que existía un conflicto familiar.
Y como de costumbre, me enojaba que mi mamá me dijera que era igual a él. Pero la realidad es que éramos muy parecidos.
Hace mucho tiempo hice las paces con que fueras mi viejo amigo;
el que se queja porque soy socarrona
el que me molestaba porque era bien cabeza dura
pero que podía jugar a ser niño conmigo.
Que a pesar que la mayoría del tiempo quería ser un filósofo
sabía que en el interior sólo quería ser un niño otra vez viendo los
Looney Tunes.
Porque lo que me interesaba no era su conocimiento, sino su compañía como mi viejo compa, que de pronto tenía razón.
Aquí es dónde íbamos a vernos
y terminó siendo el lugar dónde te dejé ir.
El lugar donde te dijé adiós.
24 años son relativos.
24 años fue el tiempo que nos conocimos.
24 años fue el tiempo que pudimos crear memorias.